Tertulia del "Club de Lectura de la Asociación Juana Martos": 21 Abril
En la sede de la Asociación
17: 00h
En la sede de la Asociación
17: 00h
VEINTE POEMAS DE AMOR Y UNA
CANCIÓN DESESPERADA
Muchos de nosotros y nosotras cuando nos enteramos
que teníamos que leer poesía, casi cantamos la canción desesperada. Pero la
verdad es que ha sido uno de los libros que más implicación ha despertado
dentro del club.
Al ser poesía, decidimos abordar el encuentro de
forma diferente, en vez de comentar espontáneamente el libro como venimos
haciendo en todas las reuniones, decidimos que cada uno elegiría una poesía, la
leería y explicaría el motivo por la que la había seleccionado. Al final, nos
animamos y acabamos leyendo y analizando casi todos los poemas. De hecho, tal fue el grado de implicación que suscitó el libro que decidimos
concretar otro encuentro sólo para leer poesía, para ello uno de nosotros
seleccionaría una o varias poesías para leer y analizar con el resto de
compañeros.
Bien, es difícil plasmar el análisis espontáneo que
realizamos de cada uno de ellos, por eso hemos decidido reproducir uno de los
poemas que más admiración levantó, el poema XX. En este poema, Pablo Neruda sintetiza muy bien los
sentimientos y pensamientos que surgen tras una ruptura amorosa (tristeza, miedo a la soledad,
anhelo, arrepentimiento…). Esperamos que a nuestros lectores y lectoras también
les guste (hemos subrayado los versos que más nos gustaron).
POEMA XX
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Por M.J. Juárez González
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Por M.J. Juárez González
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